jueves, 31 de enero de 2019

un día, de repente

Cinco meses han pasado ya desde que tomé mi primera cerveza legal horas después de que la tinta inundase mi piel para quedarse, también por vez primera.


Un día estás contando los segundos que te quedan para disfrutar de los últimos restos de tu niñez, y al siguiente aparecen por sorpresa reunidas todas las caras que se te vienen a la mente si piensas en quien quieres que este presente al cumplir años.

Y otro día, de repente, tu espalda descansa apoyada en la pared del Starbucks de Callao donde tantas veces Blue Jeans estuvo sentado escribiendo los primeros libros que una joven e inocente versión de ti vivió con tanta intensidad, como si de la misma protagonista se tratase.
Pero entonces levantas la vista. El cielo ya apenas es claro, y las luces de los cientos de edificios y vehículos que se encuentran en torno a la Gran Vía brillan casi tanto como tus ojos. Justo ahí, delante de ti, tan inmenso como inspirador, se ilumina un cartel del cine que tantas veces habías contemplado en fotos o con suerte, al pasar rápidamente por al lado un par de ocasiones en tu vida. Pero ahora se encuentra a escasos metros, y tienes todo el tiempo del mundo para admirarlo.

 Es entonces cuando te das cuenta de que lo has conseguido.

Recuerdas que estar ahí es mucho más que una casualidad. Que lo que hoy es una realidad, ayer fue un sueño por el que derramaste sangre, sudor y demasiadas lágrimas. Pasa por tu cabeza una escena tras otra de todas las veces en las que pensabas que no lo conseguirías, pero jamás dejaste de luchar por ello. Y maldices entonces todas las veces en que no lo valoras, o pasas por alto que estas viviendo justo aquello que tantas veces habías imaginado. Juras que jamás volverás a olvidar que te has esforzado demasiado como para ignorarlo por la oscuridad que llevas dentro y a veces consigues salir. Tu eres más que eso. Y te encuentras parada en ese lugar, en ese instante, porque solo tu has trabajado para lograrlo.

El cine de Callao continua frente a ti, la gente se cruza ante tu mirada como si tuviera prisa, a pesar de que estas segura de que la mayoría sólo están corriendo por inercia pura, la noche ya está cerrada pero las calles no, la gente de Madrid no quiere abandonarlas todavía. Y justo por eso, ese momento parece eterno.


Alguien llega. 
Estás en la ciudad de tus sueños, estudiando lo que deseabas y ahora vas a poder vivir ese sueño, aunque solo sea durante un rato, con la otra persona responsable de que te encuentres camuflada entre el ruido y las prisas de la capital.


-Hola, cariño. ¡Si pareces madrileña y todo!
-Hola mamá, ¿qué tal el viaje?